“Eres lo que comes” reza el dicho popular que incita a la buena alimentación, pero más allá de ser un dicho popular, actualmente algunos científicos están sugiriendo que existen determinados parámetros que condicionan nuestra alimentación, se refieren específicamente al tipo de sangre.
Y no es para menos, pues los recientes estudios genéticos revelan que la sangre guarda información importante sobre la codificación de nuestro organismo.
Si este tema te es interesante, te recomendamos nuestro artículo sobre: ¿Qué es la optogenética y qué usos podría tener en un futuro?
Por eso en esta oportunidad, te hablaremos sobre la relación que existe entre el tipo de sangre y las preferencias alimenticias.
Peter D’Adamo: vocero de la relación entre tipo de sangre y alimentación
Así es, actualmente existen algunos profesionales que comparten la opinión de que es posible determinar un plan alimenticio acorde al paciente a partir del grupo sanguíneo al cual pertenece.
Uno de los principales representantes de esta postura es el médico especialista Peter D’Adamo.

Este médico es autor de numerosas obras que exponen la relación que se da entre el tipo de sangre y lo saludables o nocivos que los alimentos pueden ser para cada organismo particular.
Si bien D’Adamo es un autor prolífico, posiblemente «Los grupos sanguíneos y la alimentación» ha sido y es una de sus obras más conocidas.
En este libro presenta de manera resumida y completa sus ideas respecto al mantenimiento de la salud a través de una alimentación balanceada considerando el grupo sanguíneo al cual se pertenece.
¿Cómo se relacionan la alimentación y tipo de sangre?
D’Adamo expone en la obra anteriormente mencionada, que los alimentos en relación con nuestro tipo de sangre, nos pueden resultar: Benéficos, neutrales o dañinos.
Tal relación se debe a una proteína presenten en todos los alimentos: las lectinas.
Existen tantos tipos de lectinas como tipos de alimentos, y su función micro-orgánica es básicamente de reconocimiento a nivel molecular y celular.
Sin embargo, D’Adamo puso su ojo científico específicamente sobre la interacción que tiene lugar entre los diversos tipos de lectinas y los diversos antígenos que corresponden a cada tipo de sangre.
Los antígenos o sistema ABO se refieren a la usual clasificación que todos hemos de haber escuchado alguna vez en nuestras vidas;
Algunos son del grupo O mientras que otros son del grupo A y otros del B.
Aquellos que son del grupo A o B, presentan antígenos A y B respectivamente, mientras que aquellos que son del grupo O no presentan antígeno alguno.
De esta variedad se derivan las diversas reacciones ante agentes externos, y es por ello que también es que se hace comprensible el que no se pueda recibir sangre de cualquier persona. Debe ser siempre de una persona cuyo tipo de sangre sea compatible con el nuestro.
En cuanto a la interacción que se da entre antígenos y lectinas, a partir de estas puede determinarse si un alimento será o no benéfico para quien lo consuma.
Sangre tipo O
Las personas cuyo tipo de sangre es O, presentan un fuerte sistema inmune.
En efecto, tras la ausencia de antígenos A y B, este tipo de sangre presenta no obstante, anticuerpos contra ambos tipos.
Por otra parte, las personas con este tipo de sangre, según se ha demostrado, presentan una mayor tendencia a tener problemas con la tiroides, de lo cual se deriva que no les es sencillo ni beneficioso realizar cambios en sus rutinas alimenticias.
En última instancia, dado que su tracto digestivo por lo general es fuerte, tienen la capacidad de procesar mucho más rápido una mayor cantidad de proteínas provenientes de carne animal.
A este tipo de personas por lo general se le recomienda evitar los alimentos que posean trigo y del mismo modo reducir enormemente aquellos compuestos por maíz.
Se les recomienda reducir igualmente, algunos vegetales como coles de Bruselas o coliflor, y la mayoría de elementos que puedan generar en ellos acidez, tales como café, frutos cítricos, vinagre y salsas en general.
En contrapartida, se les recomienda incluir mayores cantidades de frutas (no citricias) y verduras, carnes magras y pescado.
El resto de los alimentos usuales se consideran como neutrales y no son dañinos siempre y cuando no se abuse de su frecuencia y cantidad.
Sangre tipo B
Las personas de sangre tipo B, son posiblemente las que presentan menos dificultades en su alimentación dado que son tendenciosos a tener un buen sistema inmune y un buen aparato digestivo.
A raíz de estas dos cualidades, las personas cuyo tipo de sangre es B pueden disfrutar de una amplia variedad de alimentos, tanto de proteína animal como de proteína vegetal, sin mayores problemas por reacciones adversas.
Sin embargo, suelen tener que evitar los alimentos provenientes del mar, tales como langostinos, cangrejo, ostras, anchoas, mejillones, etc.
También deben evitar embutidos, cerdo y pan de centeno.
Sin embargo, aquello que sí les es muy provechoso, son huevos, legumbres, pescado, diferentes carnes, verduras, frutas y cereales.
Sin lugar a dudas, son personas que pueden darse una dieta variada y exquisita sin preocuparse posteriormente.
Sangre tipo A
Podría decirse, que son lo contario a las personas del grupo sanguíneo tipo B.
Su sistema inmune es mucho más vulnerable y su aparato digestivo es sumamente delicado.
Este no tolera los lácteos, ni la carne o incluso la harina de trigo.
Por ello, estas personas por lo general deben optar por llevar una saludable nutrición a partir de vegetales, verduras, legumbres y cereales.
En efecto, los elementos que más deben consumir son los anteriormente mencionados, pero agregándole también, pescados y frutas.
Lo que sí no deben consumir a como de lugar, además de las carnes y lácteos, son la cerveza, las anchoas, variados embutidos, el repollo y tomates.
Sangre tipo AB
Al igual que sus predecesores, las personas que portan este tipo de sangre, presentan un sistema inmune débil y realizan por lo general un proceso digestivo también débil que los inhabilita de consumir muchos alimentos.
Por lo general, estos alimentos que deben evitar a toda costa son: lácteos, carnes, gaseosas, alimentos a base de trigo, derivados del cerdo, y productos provenienes del mar, tales como gambas, anchoas, entre otros similares.
Su dieta debe limitarse casi exclusivamente o al menos primordialmente a cereales, verduras, legumbres y frutas, así como una moderada cantidad de pescado y de harina de trigo.
Conclusión
A pesar de que D’Adamo ha recibido reconocimiento a nivel mundial, y su enfoque ha sido muy novedoso, aún es normal que él mismo se ponga en duda por falta de pruebas determinantes que demuestren la verdadera influencia del tipo de sangre en la salud del cuerpo.
Esto se debe a que, muchos alimentos que señala como beneficiosos para ciertos tipos de personas, en realidad lo son para casi cualquier tipo de persona.
Tal es el caso de los vegetales y verduras, es cierto que sean beneficioso para personas de un tipo de sangre AB, pero lo son tanto como pueden serlo para otras personas de otros tipos de sangre, siempre y cuando se consuman con moderación.
En efecto, asi como mencionamos anteriormente que en muchas ocasiones es más apropiado hablar de reducciones y limitaciones, más que de privaciones de ciertos alimentos.
Esto ilustra un poco el por qué el planteamiento de D’Adamo aún presenta cierta renuencia en la comunidad nutricionista.
Si las personas consumen alimentos con mesura, en proporciones pequeñas y acordes a una alimentación balanceada, entonces no deberían presentar la mayoría de los efectos adversos que D’Adamo señala en sus obras.
Vale recordar en este punto que el autor habla de tendencias, de aproximaciones, y no de una regla general que se cumple en todo momento, lugar e individuo, que presenta tal o cual determinado tipo de sangre.
Por ello, recomendamos encarecidamente antes de tomar cualquier decisión médica a nivel nutricional, consultar la opinión de un profesional para así realmente dar con los particulares problemas que podríamos estar presentando en nuestro cuadro alimenticio.
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